“Somos lo que comemos”.
Es posible que estemos ante una posible reformulación de esta frase tan utilizada. Y es que estudios recientes nos indican que es posible que: “nos desarrollamos y somos según lo que comemos (o lo que come nuestro entorno)” esté mejor formulada. Estos indican que diferencias en la flora intestinal podrían estar relacionadas con deficiencias del desarrollo neuronal como el autismo. Y aquí quiero realizar un llamamiento a la calma y al sentido común: son estudios preliminares realizados en animales (ratones) que necesitan de más datos y más trabajos para poder decir que esto también pasa en nosotros.
Un reciente estudio publicado en la revista Cell relaciona un modelo de autismo en ratón con diferencias en la microbiota (bacterias y levaduras) en el intestino de estos animales. Estos ratones que presentan características similares a los pacientes que padecen de autismo (y aquí debemos indicar que es muy difícil recrear diferencias cognitivas en modelos animales, ya sea autismo, depresión o síndrome obsesivo-compulsivo), presentan el sistema gastrointestinal con “fugas”: son unas diferencias moleculares que provocan que las células que recubren el intestino estén menos unidas las unas a las otras, y se asocia a problemas intestinales como el colon irritable, aunque hay que recalcar que con cierto escepticismo por parte de la comunidad científica. Estos ratones con características parecidas al autismo y a otras deficiencias del desarrollo neuronal, además presentan diferencias en las bacterias que pueblan el intestino. Pues bien, al introducir una bacteria en los ratones “autistas” parte de los síntomas se revierten. Al analizar las moléculas diferentes que están en la sangre entre los dos grupos de ratones (posiblemente debido a causa de las diferencias en la microbiota del intestino) hay una que está aumentada 46 veces en los animales “autistas”. Al inyectar esta molécula en los ratones normales, estos empiezan a desarrollar algunos de los síntomas típicos de los ratones autistas. Son unos resultados obtenidos en modelos animales de una deficiencia de desarrollo neuronal, así que hay que ser muy cauto al interpretar estos resultados.
En otro estudio en se comparaban la flora intestinal de niños con autismo con otros que no presentaban esa sintomatología demuestra que existen diferencias en la microbiota, y que esas diferencias son causadas a la enfermedad y no a diferencias en el tipo de dieta.
Pero es que poco a poco se están conociendo las implicaciones que la flora intestinal y sus interacciones, pueden tener en la salud. Se sabe que la microbiota es muy importante para la obtención de vitaminas y otras substancias que son necesarias para nuestro funcionamiento normal. Incluso recientemente se ha descubierto que son capaces de sintetizar neurotransmisores. Y es posible que estemos asistiendo solo a una pequeña fracción de todos los compuestos y sus implicaciones en nuestra biología.
¿Significa esto que se van a cambiar los tratamientos clásicos de ciertas patologías para dar paso a un nuevo enfoque basado en la probiótica? Pues incluso los investigadores que lideran estos estudios son exceptivos. Pero que representan un nuevo enfoque para resolver unos problemas multifactoriales es indudable. Así que tampoco demos pie a la industria alimentaria a seguir engordando las gallina de los medialimentos.
PS, si te ha gustado este artículo, difúndelo cual estímulo eléctrico dirigiéndose a una sinapsis a través de tus redes sociales, a modo de neurotransmisores 😉
PS2, post inspirado por el grandísimo Dani Badia, sin ti, este post no habría sido posible 😉
Este post me hizo recordar una noticia de hace un par de años….y que quizás hasta tenga relación!
http://pinturitapinturete.blogspot.com/2014/09/te-someterias-un-trasplante-fecal.html
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Claro, ahora se empiezan a explorar ese cosmos que existe en nuestras entrañas, que vive y nos ayuda. La verdad que es un campo que se va a expandir en los próximos años, ya verás.
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